Empezamos el mes de octubre con la celebración de los Santos Ángeles de la Guarda, del nuestro, del de sus seres más queridos. Sí, pues según nos recuerda San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.
La devoción popular hacia estos seres celestiales nos lleva a exclamaciones como: “este niño tan travieso tiene un Ángel de la Guarda, que sino…”, “vaya accidente, tuvo suerte de su Ángel de la Guarda”, “nos salvamos de una buena…si no llega a ser por el Ángel de la Guarda…”. Así los debió ver San Bernardo cuando asegura que los Ángeles Custodios “nos guardan en todos los caminos, no pueden ser vencidos por ninguna fuerza hostil, no pueden extraviarse ni extraviarnos, son fieles, prudentes, invencibles.”
En la Biblia aparecen tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, dando fe de su inestimable existencia.
Que ellos nos acompañen por los caminos de la vida y les sintamos como nuestros mejores amigos y protectores.